El debate en la Argentina sobre el rol de los medios está en plena ebullición. El gobierno envió al Congreso un proyecto de Ley al respecto siendo aprobado por amplias mayorías de ambas cámaras, diputados y senadores. Una Ley moderna, equilibrada y sobre todo democrática. El ejecutivo la promulga, pero hete aquí el problema. Menudo problema se podría decir, puesto que la aplicación de la misma encuentra y desencadena una resistencia inusitada por parte de los grupos concentrados interesados en que no se toque ni una coma de la vieja Ley de Radiodifusión sancionada por los militares golpistas del ’76.
Al desnudo han quedado. Exhiben virulencia y unas actitudes antidemocráticas dignas de ser enmarcadas en la noche más negra que produjo la última dictadura genocida cívico-militar. Poseen más del 80% de los todos los medios existentes en nuestro país. Han condicionado y desestabilizado a cuanto gobierno pasó desde 1983 a esta parte. En su lucha por mantener lo mal habido, muestran y aplican el inmenso poder que tienen logrando que esta fabulosa herramienta democrática solamente pueda ser aprovechada en partes. Lo que es una ignominia al cabo de 28 años de nuestra joven democracia. Derrotado el Partido Militar y no habiendo a la vista generales golpista que respondan por sus intereses, el camino para lograr sus mezquinos intereses ha sido avanzar sobre la Justicia. No para beneficio del conjunto, sino para que se le garantice seguir manteniendo sus privilegios. Un festival de medidas cautelares dictaminadas por jueces amigos, la mayoría anclados en la etapa de esa última dictadura, lograron detener la aplicación de artículos fundamentales de dicha Ley. Por ejemplo, la desinversión que tendrían que haber encarado a los efectos de la desmonopolización.
Nuestra Corte Suprema de Justicia ha actuado y tocado tangencialmente la cuestión. Nadie duda de la independencia y probidad de los jueces que la integran, pero claramente nuestra sociedad hoy está en un estado de indefensión y se les reclama definiciones muchas más claras y contundentes. Seguramente, nadie lo duda, más temprano que tarde esta Corte pondrá los cosas en su justo lugar, puesto que una injusticia debe ser reparada perentoriamente.
El programa 6-7-8 se emite por el Canal 7 estatal todos los días durante una hora y media a partir de las 21:00. Ayer, tuvo como panelista invitada de lujo a la intelectual argentina Beatriz Sarlo. Su presencia de por sí generó muchísima expectativas y la verdad que no defraudó para nada. Sabido es que no comulga con el actual gobierno y sus críticas suelen ser lacerantes a la hora de analizarlo políticamente. También, entre el panel de invitados se encontraba el notable filósofo argentino Ricardo Forster y el titular de la AFSCA (Autoridad Federal de Servicios de Comunicación Audiovisual) Gabriel Mariotto. Entre los tres generaron un debate clarificador que podríamos titular como de electrizante. El núcleo más jugoso del mismo lo establecieron claramente Forster y Sarlo. En la televisión argentina es prácticamente imposible encontrar debates de esta envergadura, justamente por la situación descripta más arriba.
Cada uno defendió sus posiciones con claridad meridiana, sin chicaneos, golpes bajos, pases de facturas, descalificaciones y /o zancadillas, logrando que el interés la gente los situara entre los 10 twiter mas vistos, comentados y tratado del mundo. Más precisamente fue ubicado en el cuarto lugar. Nada de inducido y/o preparado. Ciento de miles de argentinos pudimos elaborar y sacar nuestras propias conclusiones libremente.
Una función neurálgica abandonada por la concentración mediática hace muchísimo tiempo que trocó con un espeluznantemente rol autoinstituído del cuarto poder.
¿Por que un programa de televisión de tan solo una hora y media diaria produce tanto escozor y urticaria a todo el stablishmen del periodismo mediático argentino? ¿Por qué una producción periodística que tiene entre sus panelistas un solo integrante de renombre con una larguísima trayectoria como profesional, termina desencadenando reacciones de todo tipo que cruzan generacionalmente a toda la corporación periodística argentina? ¿Que ven y escuchan en 6-7-8 que termina de desencajarlos mal?
Las explicaciones las verbalizan los mismos periodistas que se "sienten aludidos" a partir de los contenidos que emite dicho programa. Para ellos el problema central es que el programa en cuestión no debe ni puede ser financiado por el Estado argentino, es decir todos nosotros. También argumentan que el Estado a través de sus medios de información se tendría que mostrar extremadamente neutral a la hora de la comunicación e información. Estos son los dos argumentos más gordos que se propalan desde las empresas periodísticas tanto escritas, radiales y televisivas como así también las digitales.
La mayoría de los argentinos sabemos que nos es así. Gran parte de la ciudadanía argentina, sobre todo los jóvenes, entienden perfectamente cuáles son los móviles e intereses que se mueven desde la sombra intentando acallar este espacio de expresión y comprensión de la realidad que, guste o no les guste, nos eleva como sociedad.

Esta manifestación cultural denominada 6-7-8, sin dudas que lo es, ha aportado machísimo en este sentido. En el balance de sus dos años y medios de presencia en los medios, nos deja un saldo de construcción de una mayor y mejor ciudadanía.
Parece increíble que este diminuto programa de televisión haya puesto en jaque a los dos pulpos mayores de la corporación mass media argentina. Nuevos vientos soplan en mi país. La despolitización de esta sociedad ha sido el nervio motor de estas fuerzas negativas que tanto daño nos han hecho. Este programa denominado 6-7-8 ayuda, sobre manera, a revertir esta situación.
El video de más arriba contiene un fragmento del debate. Si quieren ver el programa completo, acá se los dejo.